Como puedo ayudar a una persona con ansiedad

Como puedo ayudar a una persona con ansiedad

Hace un par de semanas se puso en contacto con Cuartodecontadores.es, María la madre de Rosa, una chica de 21 años. Me dijo que había leído muchos artículos acerca de la ansiedad y que aún no tenía claro cómo ayudar a su hija. Me pidió que le enseñara técnicas específicas para apoyar a Rosa durante sus crisis de ansiedad.

Nos reunimos en un sitio muy tranquilo, y mientras tomábamos la merienda llegamos a la conclusión de que lo más conveniente era que María nos comentara las acciones concretas que como madre, podría realizar para animarla.

Rosa se mostraba reacia a hablar con su madre ya decía que le había explicado infinidad de veces la forma más adecuada para acompañarla en su enfermedad y agregó que, a pesar de su edad, su madre la percibía como a una -«Niñita de cinco años».

Finalmente, Rosa accedió a formular de manera clara sus peticiones y me explicó que su padre -«pasaba mucho de su enfermedad”. Gracias a ese comentario, invitamos también a su padre a participar en algunas sesiones y este asistió con muy buena disposición.

Rosa expuso los siguientes puntos:

  • Mis padres tratan de controlar mis emociones. Rosa no dudaba que sus padres tenían buenas intenciones cuando la «calmaban», le pedían que “dejará de llorar” o que “bajara el tono de voz”. Les expuso lo difícil que era para ella controlarse y añadió que cuando le daban instrucciones sobre cómo reaccionar, estas desencadenaban un empeoramiento de su estado ansioso.

    Las personas con ansiedad no se pueden calmar, especialmente cuando otras personas les dan instrucciones. Es muy importante entender que no podemos controlar las emociones de los demás. Lo que si podemos hacer es gestionar las nuestras. Los padres de Rosa se comprometieron en que en los períodos que su hija estuviera más ansiosa, ellos se tranquilizarían y evitarían hacer comentarios que agravaran su estado.

  • Mis padres ridiculizan mis miedos. Rosa se negaba a salir debido al miedo que le producía ir a lugares públicos. Sus padres le decían:-«Pero que tontería, si eso lo has hecho mil veces antes, ¿Por qué no lo haces ahora?»..

    Para una persona que no tiene ansiedad, los miedos de los demás pueden parecer absurdos e incomprensibles. Los padres de Rosa, no tenían consciencia de que en lugar de animarla, le ocasionaban el efecto contrario, que era no salir a la calle.

  • Mis padres me dicen: «Se fuerte». En el momento en que Rosa se sentía ansiosa, en particular su madre, trataba de ser firme con ella ya que pensaba que un poco de autoridad podía calmarla.

    Dependiendo del tipo de ansiedad que una persona sufra, el miedo se puede disparar en cualquier situación: al coger el coche, el metro o simplemente al estar tumbado en el sofá de casa.

    Es difícil entender que aunque las personas con ansiedad quieran detener sus síntomas, al principio no les es posible. Tienen que dejar pasar un tiempo hasta que aprenden técnicas apropiadas para hacerlo. Lo más adecuado en estas situaciones es ponernos en el lugar de nuestros familiares y decirles frases como: -«Imagino lo terrible que debe ser sentirte de esa manera» o -«Siento mucho que te sientas así».

    Estas frases tienen un efecto paradójico ya que las personas con ansiedad no se sienten presionadas a tener que calmarse y por eso mismo, se calman.

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  • Mi madre me dice: «Hija, todo va a salir bien, te vas a curar». . Aunque María trataba de reconfortar a su hija con frases positivas, Rosa no reaccionada de la manera en que ella esperaba ya que pensaba que superar su ansiedad era imposible. Se sentía bien durante los primeros segundos y luego, empeoraba.

    No es conveniente dar frases de aliento sin tener una solución al alcance de la mano. En este caso sería mejor que María le dijera a Rosa: -«tienes derecho a sentirte de esa manera en este instante».

  • Mi madre me reprocha: «Rosa, yo también tengo mis propios problemas». A veces María se sentía desbordada por sus asuntos personales y tenía la tendencia a compararse con su hija.

    Las emociones son contagiosas. El problema radicaba en que cuando madre e hija se sentían alteradas, en lugar de calmarse mutuamente se hacían daño. Rosa y María acordaron separarse en las ocasiones en que ambas se encontraran emocionalmente vulnerables.

  • Mi padre me pregunta: «¿Hija te has tomado la medicación?». Rosa asumía que su estado de ánimo dependía solamente de unas pastillas y esto, le hacía potenciar la creencia de que no iba a superar su problema de ansiedad si dejaba de tomar la medicación.

    Les expliqué a los padres de Rosa que para curar la ansiedad era muy importante abordarla desde diferentes puntos de vista: tratamiento médico, cambiando de hábitos y comportamientos así como gestionando nuestras emociones y pensamientos.

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El caso de Rosa y sus padres, es un buen ejemplo para valorar la importancia que tiene una buena comunicación familiar en la mejora de los trastornos de ansiedad. Si padecemos de ansiedad tendemos a pensar que nuestros amigos y familiares saben cómo deben relacionarse con nosotros. Lo más aconsejable es abrirnos a los demás y de forma tranquila explicarles la manera en que nos pueden ayudar.

No hay fórmulas mágicas para convivir y ayudar a las personas diagnosticadas de alguno de los trastornos de ansiedad. Podría resumir lo que te he contado con ejemplos en los siguientes puntos:

  • Permite que las personas ansiosas expresen sus miedos con libertad.
  • Evita compararte con tus familiares o amigos con ansiedad. Es muy distinto estar estresado por situaciones de la vida diaria a tener síntomas característicos de un trastorno de ansiedad.
  • Las frases positivas sólo son válidas si dispones de una solución que disminuya la ansiedad.
  • Utiliza la empatía para acompañar emocionalmente a las personas con ansiedad.

Cada uno de nosotros es distinto, lo que ayuda a una persona puede empeorar a otra. Por ello, para curar la ansiedad de debe invertir tiempo hasta encontrar la técnica que mejor se adapte a cada persona.

Me comentaba una usuaria que cuando ella tenía un problema y alguien le decía «ánimo», en lugar de sentirse apoyada, se sentía más vulnerable porque le daba la sensación de que los demás la percibían peor de lo que estaba.

RECUERDA QUE: Aceptar y respetar la diferencia es una de esas virtudes sin las cuales la escucha no se puede dar. Paulo Freire. ¡Hasta el próximo mes!

(Autora: Mercedes Valladares Pineda)

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